Es cuestión de preguntarnos que nos pasa, porque nos conducimos por la vida como ciegos que no sabemos a dónde vamos ni que buscamos. ¿Acaso alguien piensa que se va a quedar aquí para siempre? ¿Cree que este estado se puede mantener? ¿Y que de eternizarse el mundo resistiría tanta demanda de vida para subsistir? Es obvio que todo tiene que cambiar y ser de otra forma, luego no podemos dejar pasar la oportunidad de indagar y buscar sobre la trascendencia de nuestra vida.
Hoy, Jesús, nos habla de una invitación a un banquete de boda. Es una invitación al reino de Dios y, a pesar de nuestros rechazos, insiste e insiste. Dios no se cansa y su paciencia es ilimitada, pero, ese no es el problema. El problema es que a ti y a mí se nos acaba el tiempo, y... ¿qué pasará después?
Conviene tomarse en serio esta Palabra del Señor. Esta Palabra que nos habla de una buena Noticia. La Noticia de la Salvación, a la que no podemos responder como nos plazca y como nos apetezca. Hay que revestirse de la Vida de la Gracia. Ese traje nuevo que tomamos en el Bautismo y nos limpia para una vida nueva. Necesitamos responder a la invitación que nos da el Señor y revestidos con su Palabra y con las obras en el Espíritu Santo acudir a su llamada para, alimentados con el banquete de la Eucaristía, llenarnos de esa vida nueva que es la Vida Eterna.
Pidamos con insistencia abrir nuestros oídos y escuchar la invitación que Dios, nuestro Padre, nos hace cada día. Vivamos con alegría esa invitación y, fortalecidos en su Espíritu, perseveremos y acudamos apresurados a su invitación llenos de su Palabra y fortalecidos en sus obras. Amén.
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