No es fácil decir la verdad. Al menos, en algunos momentos decir la verdad compromete y pone en riesgo tu vida terrenal, porque la Eterna se consolida más al arriesgar la humana. Todos hemos experimentado alguna vez lo difícil que es decir la verdad y, por ella, enfrentarnos a otros hasta el extremo de poner en peligro nuestra vida humana.
Es verdad que todos sentimos miedo y, posiblemente, en muchos momentos experimentemos la tentación de callarnos, de asentir o de hacer mutis. De eso, creo, que nadie nos escapamos. Pedro, elegido para ser el líder de la Iglesia por Jesús le negó en tres ocasiones por miedo y por la presión a la que se vio sometido. También, quizás, nos ha podido suceder a nosotros.
Pero, lo verdaderamente importante nos son las caídas ni los miedos, sino la actitud de querer volver a levantarse. Está permitido caer. El Señor nos conoce y sabe nuestra debilidad, por eso su Misericordia Infinita nos devuelve, con el perdón, la esperanza de seguir adelante. Pero, nos está prohibido detenernos y permanecer caídos y alejados del Señor. Es decir, perder la esperanza y la confianza en la Misericordia de nuestro Padre Dios. Esa es la inmensa y grande lección de Pedro al levantarse de su caída y de su pecado.
Por eso, hoy, Señor, aprovechamos este humilde rincón para pedirte, unidos a los hermanos, estar siempre dispuestos a levantarnos y a seguir tus pasos. Danos, Señor, la tenacidad, la voluntad y la fe de no perder tu camino y de estar siempre dispuesto a confesarte hasta el punto de dar la vida por Ti. Amén.
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