A veces me pregunto que diferencia hay entre los que creen y los que no creen. ¿Por qué ocurre eso? Y la respuesta no puede ser otra que el regalo de la fe. Pero, ¿qué ocurre entonces, a unos se les da y a otros no? Eso, mejor preguntárselo al Señor como le sucedió a los trabajadores de la Viña -Mt 20, 1-18-.
Lo que sí puedo decir es que la fe hay que buscarla y acudir a la Fuente que la da, que es el Señor. Y, sobre todo, buscarla y pedirla. La fe exige inquietud de búsqueda y disponibilidad para abrirte a ella. La fe exige dar ese paso que necesitamos y ponernos dócilmente en Manos del Señor en actitud humilde y dispuestos a cumplir su Voluntad.
Es, tal y como hizo Natanael, rendirnos a la evidencia de su Gloria y Poder, pero, sobre todo, a su Amor y Misericordia. Entonces se nos irá abriendo la mente y veremos, como el Señor nos ha prometido, cosas mayores. Pidamos esa Gracia al Señor con confianza, persistencia y constancia, llenos de paciencia y de perseverancia. No dejemos nunca de buscarle sabiendo que Él nos invita a pedir, a llamar, a tocar con insistencia - Mt 7, 7-8 -.
Permanezcamos en su silencio, porque el Señor siempre permanece en silencio junto a nosotros esperando nuestra elección y respuesta. No se interpone en nuestro discernimiento ni nos impide nuestra elección. Nos deja libre y, en silencio, espera y desea que sepamos escoger el buen camino. Pidámosle sabiduría, fortaleza y mucha paz para poder discernir a la luz del Espíritu Santo y encontrarle para, humildemente, abrirnos a ese don de la fe que nos regala. Amén.
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