Nacemos y no nos piden permiso para hacerlo. Venimos a este mundo por obra y gracia de Dios y lo hacemos en una familia. Porque, se necesita un hombre y una mujer que, unidos por el amor, prolongan ese compromiso amoroso en el fruto de los hijos. Y, de esa manera, tú y yo nacemos en una determinada familia.
No se nos ha pedido permiso ni se ha contado para nada con nosotros. No podemos elegir nada, ni la familia, ni los hermanos, ni la ciudad, el pueblo, el país...etc. Sin embargo, eso sí, podemos elegir amarlos y cumplir en y con ellos la Voluntad de Dios. ¿Y cuál es la Voluntad de Dios? Primero, escuchar su Palabra para conocer que nos dice y quiere que hagamos. Y segundo, una vez conocida esa Palabra tratar de vivirla entre todos los que me rodean.
Fácil de saber lo que hay que hacer, pero muy difícil hacerlo. Necesitamos estar muy unidos al Señor y al Espíritu Santo, para que fortalecidos en sus frutos y dones tener la voluntad necesaria para ir sobreponiéndonos a todas aquellas dificultas que nacen en el camino, ya sean de los propios obstáculos que la vida nos pone, o de las dificultades de nuestro propio ser, la envidia, la pereza, la gula, la ambición, la desgana, la soberbia...etc.
La pregunta nace ahí, esta en la punta de nuestra lengua: ¿Me acerco yo lo suficiente para estar familiarizado con la Palabra de Dios? ¿Dedico y busco un tiempo suficiente para escucharla y para tenerla presente en mi vida? ¿Y trato de ponerla en práctica y vivirla asistido y auxiliado por el Espíritu Santo? Danos Señor fortaleza y voluntad para responder a estas preguntas y cumplir tu Voluntad. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario