A veces corremos el peligro de perdernos en aquello que es accidental, que no revista gran importancia de que se cumpla o se deje de cumplir, que no molesta ni perjudica a nadie, ni tampoco favorece. Que no se nota de cumplirse o no. Cuántas promesas vanas que no suponen un darse, un desprenderse, un ofrecerse de forma gratuita y desinteresada buscando el bien del que lo necesita. Cuanto amor dado al que le sobra amor y tiene mucho donde escoger.
Son banalidades de las tradiciones o costumbre. Hacer esto o lo otro porque a través de años siempre se ha hecho puede significar alguna importancia culturalmente hablando para el pueblo o la región, pero no para el amor al necesitado. Es precisamente eso lo que nos ha propuesto Jesús y lo que realmente quiere que se cumpla. Lo que no puede faltar, lo otro si, es la preocupación y el interés por asistir al necesitado, enseñar al ignorante, vestir al desnudo, cuidar el enfermo, dar de comer al hambriento, visitar al encarcelado, dar posada al peregrino...etc.
Lo que no puede dejarse en el tintero por pequeño que nos parezca es la preocupación y el interés por satisfacer todas esas necesidades a los que no tienen con que satisfacerla. Lo que no podemos dejar de cumplir es buscar el darle oportunidad a los que desean conseguir lo necesario para vivir. En una palabra, lo que tenemos que cumplir es el intento de cada día de amar como Jesús nos enseñó a amar. Para eso ha venido, y lo hemos celebrado, el Espíritu Santo.
Por lo tanto, te pedimos, Señor, que nos des esa sabiduría y capacidad de discernir para no aferrarnos a las tradiciones y costumbres sin sentido dándoles el puesto principal de nuestras celebraciones y escondiendo lo fundamental e importante como es todo aquello que nos lleva a amar y a vivir en plenitud la verdad y la justicia. Amén.
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