El sentido común nos dice que toda misión necesita colaboradores que la continúen en el tiempo. Por lo tanto, es de sentido común que el Señor preparara un grupo de personas, que convivieron con Él ese periodo de tres años, para que continuasen su misión. Misión que no es otra que el anuncio de la Buena Noticia. Esa Noticia de salvación que su Padre Dios le encarga para anunciar a los hombres.
Dios Padre nos revela en su Hijo Jesús que nos quiere y nos ofrece la salvación. Nos rescata por la muerte voluntaria y por amor de su Hijo, y nos ofrece la salvación eterna si obedecemos y vivimos en el amor que su Hijo nos propone y del que nos da ejemplo. Eso da lugar al nacimiento de la Iglesia que arranca con los apóstoles unidos en Pentecostés y al lado de María.
Una Iglesia que tiene el poder de perdonar los pecados, condición indispensable para poder seguir el camino de conversión, y que nos exige arrepentirnos de ellos para alcanzar plenamente el perdón. Un perdón que nos ayuda a mejorar, a crecer y a darnos cuenta de nuestra pequeñez e imperfección. Una Iglesia que, formada por hombres, está sujeta al error y tentada al pecado, pero, auxiliada y guiada por el Espíritu Santo queda protegida del poder del Maligno que nunca podrá vencerla.
Confiemos en la Iglesia. Es nuestra madre y, en ella somos guiados hacia la Verdad plena por el Espíritu Santo que nos muestra el camino de conversión a través de la Palabra de nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida. Pidamos esa Gracia y la sabiduría, fortaleza y paz necesaria para sostenernos siempre firmes y dentro de ella. Amén.
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