A la hora de elegir entre las opciones del mundo y Jesús, el hombre y la mujer ponen muchas pegas. Y es que todo se ve desde una opción personal donde prima el propio interés y egoísmo. Se busca el bienestar y el confort y todo lo que suponga dar de forma gratuita se ve como una incongruencia antinatural a la que se tiene derecho y a la que se ve como la antípoda de la felicidad.
El hombre cree y piensa que la felicidad empieza por tener y recibir. Todo lo que pase por dar y no recibir se entiende como un desprendimiento que no trae gozo, debilita el tener y el poder y, por consiguiente, te hace más infeliz y te genera tristeza. La razón humana funciona así, y para liberarte necesitas abandonar esa forma de pensar y sentir de otra manera. Significa eso lo que llamamos conversión. Convertirse sería despojarte de esa manera de pensar y darte totalmente al otro.
Ese fue el estilo de Jesús y el que nos transmitió, pero que al parecer no lo hemos entendido. Por eso, necesitamos la acción del Espíritu Santo, tanto para recordarnos lo enseñado y lo que nos falta por aprender y vivir. Jesús se va, regresa al Padre y desde allí, sentado a su derecha, intercede por nosotros para que todo lo que pidamos en su Nombre, el Padre nos lo conceda. No se olvida de nadie y todos en Él estamos presente. No dejemos de pedir cuando caminemos entre las tempestades de nuestra propia vida. No van a desaparecer, pero en, con y por Él seremos fuerte y venceremos todas las dificultades.
Él venció a la muerte y también nosotros venceremos permaneciendo en Él. Esa es la prueba vencer a la muerte y ser eterno. Eterno en plenitud de gozo y felicidad. ¿No es eso lo que buscamos? ¿No es ese el éxito y triunfo que todos buscamos? ¿No nos ha enseñado el Camino, la Verdad y la Vida Jesús? Es verdad, no queda todavía la batalla de cada día mientras caminamos hacia la Casa del Padre, pero, tengamos siempre presente que en Jesús garantizamos la victoria. Tengamos confianza y no perdamos de vista que Jesús está a la derecha del Padre y ha de venir a buscarnos. Demos gracias al Señor y pidamos que no nos falte nunca la sabiduría, la fortaleza y la paz para permanecer en el Señor. Amén.
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