Quiero ser, Señor, bienaventurado, pero, sé que eso no es cosa fácil. Y no es fácil porque no es cosa que yo pueda conseguir por mis propias fuerzas, sino que, para lograrlo, tendré que estar unido e injertado en el Espíritu Santo. Luchar contra mi propia naturaleza, contra mis vicios, mis apegos y mis apetencias me resulta imposible desde mi naturaleza humana. Estaré siempre vencido por las fuerzas del mal, el demonio, y por las seducciones del mundo y la carne que el mismo demonio sabe bien usar para vencerme.
Necesito, Señor, la fuerza de tu Espíritu para sobreponerme y encontrar la fortaleza, la sabiduría y la paz para imponerme a esas inclinaciones que buscan el mal y sembrar la discordia y el pecado entre los hombres. Por eso, Señor, te pido que me des en el Espíritu Santo todos los dones que necesito para vencer en mi lucha particular y comunitaria contra los pecados que el mundo, demonio y carne tratan de hacerme caer. Dame esa paciencia y fortaleza para superar todas esas adversidades.
Sé que tendré que sufrir, pues el negarse exige lucha, adversidad, voluntad y esfuerzo. No se logra la paz y la fraternidad con enfrentamientos, con egoísmos, con venganzas, con poder y riquezas ni con envidias, imposiciones y dominios, sino con todo lo contrario. Se hace necesario la misericordia, la verdad, la justicia, el desprendimiento, el amor y la fraternidad. Y es en todo eso donde se esconde el gozo, la paz y la dicha de sentir y experimentar las bienaventuranzas. Es decir, el gozo de sentir la dicha de ser bienaventurado como nos ha prometido el Señor.
Por eso, Señor, te pido que quiero ser bienaventurado según tu Plan y abrirme a todas esas actitudes de pobreza, de vivir en la verdad y justicia, de misericordia, de limpios de corazón, de pacíficos, de ser perseguidos por vivir, defender y proclamar tu Palabra. Para ello, Señor, necesito la fuerza de tu Espíritu y los dones necesarios. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario