El mundo está lleno de peligros y de terrenos que, aparentemente parecen buenos o que no tienen peligro, pero que sólo son apariencias. Hay muchas amenazas que pueden confundirnos y jugarnos una mala pasada. Porque, hay terrenos cuya tierra es muy dura por las propias pisadas de la gente al caminar por ellos. En realidad son como caminos, y, en ellos, la semilla no se hunde y viniendo las aves del cielo se las comen. Hay también otras tierras poco profundas y las semillas no llegan a echar buenas raíces que se agarren bien a la tierra y puedan germinar y dar frutos. Pronto se ven secas por el duro sol.
Hay terrenos pedregosos que impiden que las semillas se desarrollen y tierra buena donde la semilla tiene mucha posibilidad de crecer y dar frutos. Ahora, lo verdaderamente importante es elegir bien el terreno y abonar nuestros corazones con tierra buena donde no haya dureza, ni superficialidad, ni piedras. Una tierra donde, bien abonada por la Gracia de Dios y bien regada por el Agua que, salida de nuestro Señor Jesús, salta hasta la Vida Eterna, dé los frutos apetecidos.
Por eso, desde esta actitud, Señor, elevamos nuestra mirada hacia Ti y ponemos nuestros corazones en tus Manos abriéndonos a la oración de tu Espíritu y con toda nuestra máxima disponibilidad para que seas Tú, mi Señor, quien dirijas e ilumines nuestras vidas. Para que seas Tú quien obre en ellas y reflejes tu Bondad y Misericordia. Para que seas Tú quien las lleve por el buen camino dando buenos frutos apartándonos de los malos. Para que seas Tú la que la oriente y la defienda de todo mal que la amenace y trate de confundirla.
Señor, no puedo atreverme a ir por este mundo por mi cuenta. Quedaría muy pronto atrapado por la cizaña y, posiblemente, arrancado con ella. Necesito en cada instante de mi vida tu presencia y tu Gracia, porque sin Ti nada puedo y me quedo sin defensa. Dame, Señor, tu Luz para saber orientarme y permanecer fiel a tu Palabra hasta la hora de la siega . Amén.
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