La vida nos va enseñando que nunca podemos estar seguros ni tranquilos. La cizaña crece sin darnos cuenta junto a la buena semilla. Es la experiencia que nos va transmitiendo el camino de nuestra propia vida. Lo experimento en mi pequeño y humilde jardín. A poco que caiga cuatro gota se llena de hierbas salvajes que lo invaden todo. De no arreglarlo y cortarla quedará todo inundado de malas hierbas.
Por otro lado, las plantas se ven atacadas por virus que las deterioran y las infectan. La pregunta, ¿de dónde proviene y sale todo eso sin nadie haberlo plantado? Sin lugar a duda aparecen mientras descansamos o dormimos. Es el mal reinante en el mundo que nos obliga a estar vigilantes, expectantes y disponibles a la lucha de cada día. Pero, una lucha que nos lleva a encontrarnos con el Señor y a pedirle asistencia, ayuda y salvación. Porque, en nuestro mundo sucede lo mismo con nuestras vidas. Estamos amenazados por las apetencias, las inclinaciones hacia el mal que, mirándolo desde lo positivo, nos pone en relación con el Señor porque le necesitamos para poder vencer ese mal que nos acecha mientras dormimos.
No podemos descansar, pero tampoco de pedirle al Señor que nos de la fortaleza, la sabiduría y la paz para estar siempre vigilantes y disponible a renunciar a todas esas tentaciones y seducciones que el mundo nos presenta con el objetivo de alejarnos del Señor. No tengamos miedo y abracemos esas cruces que nos unen más con el Señor en la necesidad de suplicarle y solicitar la fortaleza necesaria para resistir y salir victoriosos de la lucha de cada día. Claro, ese camino nos exigirá esfuerzos y vigilancia y, en muchos momentos se nos hará duro e imposible para nosotros.
Pero, ahí está el Señor, que nos ayuda y nos levanta para que continuemos perseverando y esperando su venida que ponga todo en su sitio. Por eso, Padre bueno del Cielo, te pedimos que nos sostengas firmes y fiel a tu Palabra para que, renunciado a mezclarnos con la cizaña, podamos vivir en tu Palabra y cumplir con tu Voluntad. Abandonados en tus Manos confiamos en Ti, Dios mío. Amén.
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