He pasado mucho tiempo buscando la paz en el hacer más que en el ser. Y he descubierto que ha sido un error. Confieso que lo he hecho de forma inconsciente y sin darme cuenta. Quizás, he creído, erróneamente, más importante el hacer que el ser. Hace algún tiempo que algo dentro de mí me ha ido revelando que lo primero eres Tú, Señor. Y, no por falta de haberlo oído, sino por tener mis ojos cerrados y endurecido mi corazón.
Posiblemente, esa cerrazón y endurecimiento me hayan valido para darme cuenta que Tú, mi Señor, eres lo primero de lo que tiene que llenarse mi corazón, aunque me hayan impedido verlo, pues, claro es tu primer y único mandato: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y "a tu prójimo como a ti mismo".
Primero Tú, y luego, por y con tu Fuerza y tu Gracia, al prójimo. Entonces aparecerán las obras por causa de tu Amor. Obras desde el compromiso libre y para tu Gloria, impulsadas por el Espíritu Santo. Y vendrá la verdadera paz a mi corazón y mi cruz se volverá más suave y más llevadera. Entonces empezará a ver que contigo, Señor, todo será de otro color y que mí hacer y mis obras son tuyas y para tu Gloria.
Gracias Padre, porque por tu Amor y Misericordia empezaré a comprender que nada podrá destruir mi unión contigo ni tampoco mi vida. Ni la enfermedad, ni los sufrimientos, ni la adversidad ni nada que, siendo cruz en mi vida, podrá apartarme de Ti. Porque, Tú eres mi paz, mi descanso, mi felicidad y, en la medida que acepte y abrace mi cruz, descubriré que detrás estás Tú, la Vida Eterna. Amén.
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