Mucha gente se aparta o se aleja de la Iglesia y las comunidades o grupos porque se escandalizan del mal testimonio que percibe dentro de ella misma o de sus grupos o comunidades. Reconocemos nuestro pecados y debemos de reconocerlo y hasta confesarlos públicamente. Repito muchas veces que es en la misma Iglesia, grupos o comunidades donde nos damos cuenta de la necesidad imperiosa de vivir en el amor. Quizás, sucedan estas cosas porque necesitamos descubrir que con nuestro amor no podemos soportar estas adversidades y malos testimonios. Necesitamos al Espíritu Santo para que fortalezca nuestro amor y nuestra capacidad de amar sobre todos esos malos testimonio.
¿Y por qué? Simplemente, porque así nos ama nuestro Padre Dios y también nuestro Señor Jesús. Y reconocer que me fe no es lo suficientemente coherente con mi vida es reconocerme pecador y necesitado de la Misericordia de Dios y de su Gracia para superar esas tentaciones y pecados. Repetidamente, me confieso débil y pecador antes mis propias actuaciones, apetencias y flaquezas y avergonzados de mi mal testimonio ante los demás. Y pido perdón y misericordia por ello.
Pero, también, por la Gracia de Dios, siento la esperanza de la Misericordia Divina y el perdón de todos mis pecados y la fortaleza que me impulsa a seguir adelante con la motivación y la esperanza de levantarme de mis caídas y pecados. Y, confiado a su Infinito Amor y Misericordia, le pido que me sostenga siempre firme y dispuesto a levantarme de todas mis caídas y a creer que cada momento de mi vida puede ser una ocasión para amar y asemejarme, un poquito más, a su Corazón Manso y Misericordioso con el que dar buen testimonio y coherencia de mi fe a los demás. Amén.
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