No puedo atreverme a perdonar, sobre todo a los enemigos, con sólo mis fuerzas. Me es del todo imposible porque mi naturaleza está herida por la envidia, el odio, la venganza, el poder y el egoísmo. Mi inclinación es espontánea y responde con la misma condición: a ofensa recibida, ofensa como respuesta. Es la condición humana la que prevalece y a la que no puedo escapar.
Saber que estaré vencido y a merced del Maligno es cierto y sería disparatado intentarlo vencer con mis propias fuerzas. Eso lo he de tener muy claro: sin el concurso, la asistencia y el auxilio del Espíritu Santo no podré perdonar. La fuente de mi misericordia debo de encontrarla en la fuerza y la Gracia del Espíritu Santo. Para eso ha venido a mí en la hora de mi bautismo.
Por tanto, consciente de mi debilidad y flaqueza, te pido, Señor, la Gracia de perdonar y ser misericordioso, en y por tu Nombre, con y a todos los hombres sin distinción ni condición, actuando tal y como Tú lo haces conmigo. De forma gratuita y desinteresad, sólo por verdadera Amor. Gracias, Señor, por tu Inmenso Amor y Misericordia. Amén.
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