Es de sentido común que si todos nos esforzamos en vivir pendiente de los demás, sobre todo de aquellos más necesitados, todo iría mejor. Y es verdad que si todos tratÁramos de vivir en la verdad y la justicia el mundo iría mejor. A nadie se le esconde que si tratáramos de preocuparnos los unos por los otros habría menos miseria. El mundo sería mejor.
Supongo que eso no se puede negar ni discutir. También es verdad que muchos no merecen que se les ayude y no corresponden a las preocupaciones que se tienen por ellos. Sin embargo, tampoco merecemos nosotros que Dios haya tenido Misericordia de nosotros, sin merecerla, e incluso haya enviado a su Hijo para que diera su Vida por nosotros. Si eso ha hecho Dios con nosotros, pregunto, ¿no tendríamos que hacer lo mismo con los demás aunque no nos correspondan?
Creo que esa forma de actuar nuestra está en relación con el Padrenuestro. Perdonar hasta setenta veces siete incluye el intentar ayudar también setenta veces siete. Ahora, también es verdad que nuestra capacidad no puede con esa misión. Necesitamos la asistencia y el auxilio del Espíritu Santo para poder amar y perdonar si mirar a ser correspondido. Por eso, tenemos que estar unidos al Señor e injertados en el Espíritu Santo, que ya hemos recibido en el bautismo. De ahí la importancia del bautismo.
Pidamos con toda confianza el auxilio del Espíritu Santo para poder ser capaces de cumplir esa misión de amar sin condiciones. Para ser capaces de perseverar y soportar todas esas afrentas y rebeldías que rechazan nuestro desinteresado servicio y amor. Pidamos que tengamos siempre presente que lo hacemos por amor a nuestro Señor, porque, Él ya lo ha hecho y lo sigue haciendo por nosotros. Amén.
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