Dios te ama y, por eso, te busca. No hay otra razón. Si a Dios no le importáramos nos dejaría con nuestras miserias y camino de muerte. ¿Qué no entendemos ese Infinito Amor? Estoy de acuerdo. No lo entiendo y además no lo merezco, pero, esa es la realidad por la que murió Jesús en la Cruz. Y eso es historia y realidad, así que, con esa prueba de verdadero Amor, Jesús, el Mesías enviado, me ha demostrado el increible e incomprendido Amor de su Padre.
Y ese Dios se ha hecho Hombre para estar cerca de mí y hablarme de ese gran Amor de su Padre. En la parábola del hijo pródigo o, mejor, Padre amoroso, Jesús nos expone y nos enseña hasta donde llega el Amor del Padre y como, a pesar de nuestras miserias y pecados, nos acoge misericordiosamente. Ahora, la cuestión es que nosotros, como aquel hijo hundido en la miseria de su propio pecado, tengamos la humildad y la voluntad de levantarnos y reconocernos pecadores y, arrepentidos, regresemos a la Casa del Padre.
Y esa es la Ley que Dios quiere que, impresa en mi corazón, no deje de cumplir ni de transmitir. La ley del amor que está por encima de la ley de los hombres. Y, como somos pecadores y transgredimos la ley necesitamos la Misericordia y el Amor de nuestro Padre Dios. Por eso, levantamos nuestra mirada y vamos al encuentro de Él que, primero ha salido a nuestro encuentro, porque, nuestro Dios es un Dios que sale al encuentro de su criatura y la busca para ofrecerle y compartir con ella su Gloria.
Señor, danos la sabiduría de dejarnos encontrar por tu Amor y de reconocernos pecadores, y de saber aplicar nuestras leyes impregnadas del espíritu de ese amor con el que Tú has bañado nuestros corazones. Amén.
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