Nuestra meta es alcanzar un corazón como el Tuyo,
Señor, porque, sólo asemejándonos a Ti podemos ser y sentir compasión y perdón
por todos los hombres y mujeres del mundo. Y eso no se logra en dos días, salvo
que Tú lo quieras, sino que lleva un proceso y un tiempo para que nuestro
corazón, tal la fruta, tenga el tiempo suficiente para madurar.
Esa capacidad de compasión y de misericordia es un don
que exige, primero, pedirla, y, segundo, no quedarse de brazos cruzados sino
dar pasos en conseguirla y hacerla realidad. Pedir perdón no consiste en
simplemente desearlo, sino también en buscar ese perdón llevando a cabo esa
tarea de solicitarlo o facilitar que te lo puedan dar. Es poner todas tus
fuerzas en buscar espacios y ambientes donde se pueda favorecer ese clima
de misericordia y perdón.
Pero, encontrar esas condiciones, espacios y
oportunidades no es nada fácil. Necesitamos esa Gracia que no tenemos porque,
nuestra naturaleza herida por el pecado, nos dificulta mucho esa tarea. Y no
hay otra manera de alcanzarla sino pidiéndosela a nuestro Padre Dios. Danos,
Señor, la Gracia de ser compasivos y misericordiosos tanto con los que nos
ofenden como con los que nosotros ofendemos.
Danos, Señor, la Gracia de no atrevernos nunca a
juzgar ni a condenar tanto a nuestros amigos como enemigos. Sabemos que
mantenernos en ese límite nos es muy difícil, pero, confiados en tu Gracia y en
tu Amor, esperamos que podamos ir convirtiendo nuestro endurecido corazón en un
corazón más suave, más compasivo, más humilde y más misericordioso. Esa te
pedimos, Señor. Amén.
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