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San Agustín |
Dime, por tu Misericordia, Señor y Dios mío, que eres para mí. Di a mi alma: "Yo soy tu salvación". Dilo de forma que yo lo oiga. Los oídos de mi corazón están ante Ti, Señor; ábrelos y di a mi alma: "Yo soy tu salvación". Que yo corra tras esta voz y de dé alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y pueda si verte.
Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada por Ti. Ruinosa está: repárala. Hay en ella cosas que ofenden tus ojos: lo confieso y lo sé; pero ¿quién la limpiará o a quién otro clamaré fuera de Ti? Tú lo sabes, Señor. No quiero contender en juicio contigo, que eres la verdad, y no quiero engañarme a mí mismo, para que no se engañe a sí misma mi iniquidad.
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