Tras esta parábola, Jesús, nos enseña y nos muestra el camino y la necesidad de compartir con los demás, sobre todo, con los necesitados, los pobres y los excluidos de la sociedad. Esa es la razón, pienso yo, por la que unos han recibido más talentos y cualidades que otros. Y en esos talentos están incluidos las familias, los lugares de nacimientos, los ambientes y todas las circunstancias que nos han servido para llegar a transformar, por la Gracia de Dios, nuestros corazones en corazones amorosos y misericordiosos semejantes al Señor.
La parábola nos muestra como unos han recibido más que otros e, implícitamente, la necesidad de servirnos los unos a los otros. Evidentemente, los que tienen más a los que poseen menos. Es ese servicio, apoyado en la verdad y la justicia, lo que hará que reine la paz entre los hombres y que el mundo distribuya e iguale las necesidades de los más pobres y necesitados.
Aquel hombre rico ignoró al pobre Lázaro y teniéndole al lado no se percató de sus necesidades. Vivió indiferente a las necesidades del pobre y eso traerá consecuencias en su vida. Porque, hemos sido creados para amar y no para el desamor. Por tanto, el hecho de que no cumplamos con nuestro destino, que es donde encontramos esa felicidad que buscamos en otro lugar, nos llevará a vivir eternamente en la infelicidad.
Pidamos que nuestros corazones sean transformados, por la Gracia de Dios, en corazones amorosos y sensibles a las necesidades de los que sufren y esperan nuestra ayuda. Pidamos y abramos nuestros corazones para darle posibilidad y libertad al Espíritu Santo que nos transforme y nos dé el impulso necesario y la luz suficiente para ver claro que sólo en el Señor encontraremos la felicidad y la Vida Eterna. Amén.
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