Tu fe está sembrada en tu corazón. Si no la descubres puede ser que esté dormida, distraida o entretenida por y en las cosas de este mundo. Posiblemente, como la semilla sembrada en el camino o en tierra de poca profundidad o entre abrojos y malas hierbas las dificultades, tus anhelos y afanes y todo lo que el mundo te ofrece bajo los espejismos de la mentira y la falsa felicidad te hayan alejado de la buena tierra que necesita tu corazón para que la buena semilla sembrada germine y dé buenos frutos. El primer y el mejor, la fe.
Por todo ello, Señor, conscientes de que mis fuerzas son inferiores e insuficientes a las propuestas seductoras de este mundo, te pido y suplico que me des esa Agua Viva que ofrecistes a aquella samaritana con esa fuerza que me ilumine y me despierte de todas esos aparentes falsos espejismos que el mundo me sugiere y me presenta. Quiero, Señor, sentir esa sed inextinguible y perseverante que me dé las fuerzas para buscarte y para seguirte sin descanso. Quiero y te pido, Señor, que me des de esa Agua que me da la Vida Eterna.
Gracias, Señor, porque, sé de tus deseos de buscarme y de ofrecerme esa Agua Viva que salta hasta la Vida Eterna. Gracias, Señor, porque, como a la mujer samaritana, te haces el encontradiso y me pides agua para provocar en mí esa sed de la verdadera y única Agua que sólo Tú puedes dar. Gracias, Señor, y humildemente te pido que sostengas ese deseo en mí de sed y de búsqueda de esa Agua Viva que Tú con tu Amor y Misericoridia me das.
Te pido, Señor, que me des esa sed de recibirte cada día bajo las especies de pan y vino como verdadero alimento que me fortalece y me sostiene para continuar perseverando y siguiendo tus pasos. Amén.
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