Siempre tenemos una asignatura pendiente, amar. Porque, el amor nunca se acaba y siempre, su fuego, está ardiendo. Es la experiencia que presenció Moisés en el monte Horeb - Ex 3, 1-6 - donde la zarza ardía sin cesar y de forma permanente.
El Amor de Dios es así. Me atrevería a decir que es imperecedero y eterno y siempre está amándonos y quemándonos con su incesante Amor.
La medida del amor nunca tiene fin y, si lo tuviere, sería mala cosa, pues eso significaría acabar con todas nuestras esperanzas. Si el amor se acaba significaría que la vida también se acabaría. Dios es Amor y Dios es Infinito y Eterno.
Señor, enciende esa llama de amor en nuestros corazones y sostenla eternamente ardiendo que, aunque llegare el día que pase de este mundo a tu presencia, no deje nunca de amarte a Ti en mis hermanos los hombres. Amén.
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