Es más fácil decir, que hacer. Y, mientras lo que se dice no se haga, el valor de la palabra queda en entredicho. No basta con decir, sino que ese decir tiene que aterrizar en un bien para los otros. Todos podemos, e incluso sabemos decir aplicando el sentido común, pero concretarlo en la realidad es otro tema. Se hace más difícil y nos resulta muy duro. Por eso, ocurre lo que ocurre y nos quedamos paralizados ante nuestras apetencias, gustos, miedos, comodidades que nos alejan de comprometernos y hacer nuestra palabra vida.
La exigencia de discernir, de comprometernos y de tomar una decisión nos complica la vida y, por supuesto, nos molesta. Se hace más fácil decirlo y permanecer sentado, cómodo en nuestro sillón. Esa es la gran dificultad, llevar a la vida lo que nace y se cultiva en nuestro corazón de bondad, de buena semilla, de verdad y de verdadero amor. Y es esa, precisamente, la Voluntad de Dios, actuar como el Hijo actúa y nos ha enseñado - Padrenuestro - a relacionarnos con el Padre y a amar como Él nos ama.
Él actúa en cada uno de nosotros - sus hijos - por eso nos ha creado con un corazón semejante al de Él. Y es así como, nuestra Madre, María, nos lo ha testimoniado y nos lo ha transmitido, abriéndose a la Voluntad de Dios y poniéndose a su disposición. Gracias, Madre, intercede por nosotros para que también, siguiendo tu hermoso ejemplo, seamos testimonio, por la Gracia de Dios, de no solo decir, sino cumplir su Voluntad. Amén.
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