Así reza una locución latina - Ora et labora - que expresa la vocación y la vida monástica benedictina de alabanza a Dios. Es evidente que cuando la oración es seria nace el compromiso del servicio y la entrega incondicional y gratuita.
Porque, la oración te configura con el mismo Cristo y, como dice Pablo - Ga 2, 20 - no soy yo sino Cristo que actúa en mí. Y de ahí nace el amor que, recibido por la Gracia del Espíritu Santo, me ayuda a reflejar el Amor de Dios.
Es también evidente y de sentido común que el amor es verdadero en la medida que se da gratuitamente y de manera incondicional. Sobre todos a los enemigos. Amar implica servir y, sin servicio el amor será falso y aparente.
Tener, pues, espacios de oración es buscar la fortaleza y la disponibilidad para el servicio. También podemos decir que todo servicio que no se haga con amor deja de ser servicio y se convierte en utilitarismo y egoísmo. Por tanto, amor y servicio van juntos.
Pidamos, pues, al Padre que busquemos más espacios de oración que fortalezcan nuestra disponibilidad al servicio desinteresado e incondicional y por verdadero amor. Amén.
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