Nuestro Padre Dios nos conoce muy bien hasta el punto que Él nos ha creado y sabe de nuestras carencias y necesidades. También conoce nuestras posibilidades, cualidades y limitaciones. Por eso, nos ha anunciado con su Hijo el mandato del Amor. Quiere que, como hijos y hermanos, nos amemos los unos a los otros. Y es de sentido común que, como hermanos e hijos de un mismo Padre, así sea. La referencia es amarnos como nos ama nuestro Padre Dios.
Sin embargo, no parece que le hayamos hecho caso. Nuestra sociedad no refleja ese amor con el que Dios quiere que nos amemos. La mentira y el engaño proliferan por todas partes y están a la orden del día. Nos hacemos daño, violamos nuestros derechos y aplicamos leyes injustas que someten y esclavizan despojándonos de nuestra libertad. ¿Qué es lo que realmente nos ocurre?
Hemos sido creados para amar y resulta que nos explotamos, engañamos y sometemos por imposición los más fuertes a los más débiles. Nos exigimos leyes y leyes que van más dirigidas a esclavizarnos e imponernos obstáculos que nos someten y nos separan. En lugar de liberarnos y buscar el bien, nos sometemos a una esclavitud donde la ley y los cumplimientos nos dominan.
Te pedimos, Señor, que llenes nuestros corazones de sabiduría para que sepamos discernir lo importante, lo bueno y lo que realmente ayuda a liberar al hombre. Y, sobre todo, revístenos de tu Misericordia para que, también nosotros sepamos ser misericordioso con los demás. Amén.
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