Puedo confesarme católico. Puedo confesarme católico creyente, y puedo también confesarme, no sólo católico y creyente, sino también practicante, pero, ¿a pesar de todas esas confesiones y creencias, me siento enviado? ¿Enviado a proclamar la Palabra de Dios?
Pero no una Palabra muerta, intrascendente, desencarnada, sino una Palabra Viva, ardiente, encarnada, trascendente, que salta hasta la Vida Eterna. ¿Y es mi vida fuente y testimonio de esa Fuente con mayúscula, la Palabra de Dios, que mana esa Agua de Vida Eterna?
Son preguntas que surgen en el devenir de mi camino, y que sólo en el paso por el desierto de mi propia vida puedo descubrir y encontrar respuestas que le den sentido. Sólo en el silencio, carencias y dificultades del desierto puedo encontrar el oasis fresco que responda a ese aliento de búsqueda que mi vida anhela.
Porque el oasis se hace verdadero y deja de ser espejismo cuando realmente el desierto se hace presente en tu vida. Mientras no sea así los espejismos falsos de mundo te mantendrán ocupado, distraído y perdido hasta que tu vida pierda todo sentido.
¡Señor!, que las dificultades y adversidades de mi vida sean las luces que me guíen y descubran tu presencia y tus cuidados y mimos, en y por los cuidados de mi Ángel Custodio que Tú has enviado en pos de mí encargándolo de mi protección y fortaleza para que no me desvíe del camino.
Fortalece Señor mi espíritu e ilumina mi mente, para que despierto por tu Gracia advierta siempre la presencia del Ángel de la Guarda que me acompaña por tu mandato. Amén.
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