Nos revelamos contra el Señor. Poco tiempo después de salir de Egipto y adentrados en el desierto nos revelamos porque no queremos depender de nadie. Queremos hacer nuestra propia vida y ser libres. Queremos administrarnos según nuestras apetencias e intereses. Nos sentimos dueños de nosotros mismos. No haremos caso al dueño ni le rendiremos tributos.
Entendemos que ser libre es cortar toda dependencia con el Señor que nos ha sacado de Egipto. Ante el desafío del desierto nos sentimos tentados por regresar a la seguridad de Egipto. Es decir, preferimos la esclavitud que el riesgo de buscar la verdadera libertad. Esa libertad que nos propone el Señor, que busca nuestro bien y nuestra felicidad.
Porque sólo en el amor y la verdad seremos verdaderamente libres. Porque libertad es estar disponible para amar y buscar el bien, porque al buscar el bien me hago bien a mí mismo. ¡Señor, perdona mis torpezas y mis disparates! Yo quiero ser libre haciendo tu Voluntad y no la mía. Aparta de mí esa tentación de cortar toda dependencia de Ti, porque sólo me pierdo y me hago esclavo.
Tú me has liberado de la esclavitud, pero quieres que yo la conozca y decida por mi propia libertad. Me conduces al desierto, para que en el desierto vea y vea la Luz de tu Amor y la Misericordia que me ofreces. Porque sólo en tu Verdad alcanzaré la única y verdadera libertad.
Porque ser libre es amar y buscar el bien sin límites. Amén.
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