No podré atravesar la puerta estrecha por mis méritos, porque por mucho que me afane nada conseguiré sin tu concurso Señor. Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas (Sal.126).
Eso produce el mí un santo temor, Señor. Porque soy consciente de mis pecados y mis miserias. Hay días, hoy es uno de ellos, que me siento inútil, cansado, derrotado, insatisfecho... y cuantas cosas más. Hoy es un día que me cuesta quererme y aceptarme. Y eso es malo porque te dejo en mal lugar, pues Tú, mi Señor, eres mi hacedor y mi creador. ¿Cómo puedes hacer Tú cosas malas como yo?
Soy yo la causa de mis propios males por mis pecados. Y en esa tribulación voy camino de esa puerta estrecha que Tú me hablas hoy. Y me pregunto que no soy digno de atravesarla, que me la voy a encontrar cerrada y el temor me invade. Me postro a tus pies, Señor, y te pido piedad y compasión.
Dame la serenidad y la paciencia de tener confianza en tu Misericordia. Tú, Señor, eres mi Padre, y como Padre Bueno que eres tienes compasión de tus hijos. Y yo me reconozco hijo, hijo malo y pecador, pero hijo. Hijo que Tú, Señor, has venido a salvar y a redimir.
Pues bien, Señor, aquí estoy y espero tu salvación. Confío en tu Misericordia y en tu Gracia y emprendo el camino animado y confiado en esa esperanza que Tú me ofreces. En Tus Manos me abandono Señor.
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