Pensamos que tenemos fe, pero a la hora de sufrir algunas pruebas nuestra fe se tambalea. Ocurre que cuando alguien no actúa como pensamos, o algo no sale como queremos, nuestra fe se debilita y desesperamos. Perdemos la confianza, no sólo en los demás sino también en Dios.
Ocurre entonces que nos alejamos de Dios como señal de protesta y de desacuerdo con Él. No estamos de acuerdo con lo que nos ha sucedido, o como se están haciendo las cosas. Queremos que las cosas sean como nosotros las interpretamos o como nos gustan. El perdón se borra de nuestro corazón, y también la actitud de servicio y comprensión.
¿Y dónde está el amor? Nuestro compromiso de Bautismo es un compromiso de servicio. Porque seguir a Jesús, es lo que prometemos en el Bautismo, significa servirle en los demás tal y como Él nos enseña. No se trata entonces de hacer nuestros gustos, sino de tratar de hacer los gustos, si son para el bien, de los demás.
La finalidad del amor es servir para el bien común. Y el bien es curar, solucionar problemas que redunden en mejora la vida. No se trata de satisfacer caprichos y placeres, sino mejorar lo esencial de la vida que la alegre y la haga mejor. Luego, la cuestión no es estar de acuerdo con los otros, ni tampoco sensurarles sus actitudes, sino de darle testimonio de servicio y aportarles luz de la verdad, justicia y paz.
Aumenta, Señor, nuestra fe para que nuestro corazón sea un corazón de servicio, de escucha, de comprensión, de disponibilidad y de estar presto a construir el bien y la mejora de la vida de todos los hombres. Amén.
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