No son importante las cosas externas, sino las internas. Negociar en el Templo está mal, porque el Templo es un lugar sagrado donde adoramos a Dios, pero negociar con el templo de tu propio cuerpo, verdadero Templo del Espíritu Santo, es una falta muy grave.
Porque cada hombre es un Templo del Espíritu Santo, donde Dios se hace presente y por el que Dios entrega a su único Hijo para redimirlo. Prostituir ese Templo de tu propio cuerpo es una ofensa y delito muy grave contra Dios. Tan grave que de ello depende nuestra salvación.
Y lo hacemos sin darnos cuenta, y creyéndonos dueños y señores de nuestro propio cuerpo. Incluso, las mujeres, tomándose la libertad de decidir sobre la vida de un tercero que es concebido en su propio seno. Ilumina nuestros corazones, Señor, para que veamos la realidad y sepamos elegir el verdadero camino que debemos recorrer.
Danos, Señor, la capacidad de discernir y elegir el camino que nos hace ver la verdad y la necesidad de renuncia a tantas cosas que nos sobran y que sólo nos predisponen a la mentira, la soberbia, el odio y el pecado. Limpia, Señor, nuestro Templo y no permitas que se contamine de mercantilismos sucios y bajos que predisponen al hombre a la venganza, la envida y la ambición.
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