¿Aclamo al Señor porque lo descubro desde mi corazón, o me dejo llevar por las voces que me dirigen y me dicen lo que debo hacer en cada momento? ¿Soy una marioneta o esclavo en manos de aquello sumos sacerdotes, fariseos y escribas, hoy modernos dirigentes que los suplantan para hacer el mismo papel?
Son preguntas que me invitan a la reflexión, antes de levantar mi ramo impulsado como si de un acto inconsciente se tratara. Porque, puede ocurrir que hoy lo aclamo, pero mañana no, y soy indiferente a su Palabra. Por eso, experimento que Jesús es el Mesías, enviado por Dios, para proclamar su Palabra de salvación. Y creo firmemente en Él.
Líbrame Señor de sentirme eufórico dentro de la procesión y actuar por el que dirán y por la emoción. Transforma mi corazón para que mis palabras y mis actos sean consecuencia del esfuerzo de vivir en tu Palabra. Hazme prudente, comedido y solidario con mi sentir y vivir, para que la consecuencia de seguirte sea aceptar ser el último y el servidor de todos.
Porque si es así experimentaré estar entre los que te aclaman de verdad, y no por contagio o emociones. Esa es mi actitud e intención, que pongo en tus Manos, Señor, para que, por tu Gracia, sea el motor y la fuerza que me impulse cada día a vivir en tu Palabra y Voluntad.
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