Sería un error mirar para otro lado y tratar de acallar mi conciencia. No sacaría nada, tarde o temprano volvería otra vez a verme en mi propio espejo. No se trata de justificarme, sino de verme realmente como soy. Y soy egoísta; me cuesta solidarizarme; sí, lo digo, y hago alguna cosa, pero creo que no lo suficiente. Sólo trato de acallar mi conciencia con algunas acciones solidarias, pero mi compromiso no es total.
Y pienso que lo mejor es reconocerlo. Es un gran paso reconocerlo, porque eso descubre la suciedad que hay en mi corazón y, descubierto lo sucio se puede limpiar. Y Tú, Señor, no sólo lo puedes limpiar, sino que quieres limpiarnos. Sólo te falta que yo me deje. Ese es el paso tan importante que yo tengo que estar dispuesto a dar.
Quiero, Señor, que me limpies. Quiero, Señor, que transformes mi corazón de egoísta en un corazón generoso y solidario. Soy consciente que yo no puedo. Depende de tu Gracia. Para mí solo has dejado la libertad de dejarme transformar. Y yo quiero. Por eso te visito todos los días; por eso hablo contigo todos los días; por eso trato de renunciar a las cosas de este mundo que puedan alejarme de Ti.
Por eso te busco hasta el extremo que los demás me tienen por obsesionado contigo. Quiero Señor darme y dar todo por amor como Tú lo das por mí a cada instante. Quiero, Señor, llegar a tu presencia con las manos vacías de todo lo que me has dado, y llenas de amor por haberlas compartido.
Pero me siento atado, encadenado, retenido y esclavizado egoístamente. ¡Libérame Señor y transforma mi corazón!
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