Mi pobreza se pone de manifiesto a cada instante de mi vida. Experimento lo indigno que soy de merecer la Gracia y dignidad que Dios me da: Aceptarme como su hijo y hacerme coheredero de su gloria en su Hijo Jesús, es Gracia Infinita que no merezco ni nunca por mis méritos podré merecer.
Ante este inmenso regalo, mi humilde y pequeña alma se postra ante el Señor, se humilla y haciéndome esclavo se somete y, salvando la distancia con su Madre María, a su Voluntad. Eso es lo que ansío y quiero. Me tranquiliza el saber que Tú, Señor, me conoces y sabes lo que hay dentro de mi corazón.
Esa es mi voluntad, aunque débil y frágil, fracasa y deja mucho que desear. Me anima y da esperanza tu Amor y Misericordia, y la promesa de tu presencia que me conforta y fortalece.
Llena Señor mi vida de tu Gracia, y dame la luz necesaria para que, fortalecida mi libertad y voluntad, pueda realmente ser tu esclavo, y a ejemplo de tu Madre, María, servirte y hacer tu Voluntad. Amén.
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