Nuestra naturaleza está herida y aspira a poderes y honores mundanos. Todos nos perdemos por ser bien considerados, recibir honores y ser poderosos. El artista vive de los aplausos y de los premios. Sin aplausos el artista se desploma y pierde todo su sentido. Ese es nuestro mundo y del cual no podemos escapar.
Para eso has bajado Señor, sabes de nuestras debilidades y de la posibilidad de descarriarnos. Y como buen Pastor nos cuida y nos protege, y sales en nuestra búsqueda ante la posibilidad de descarriarnos y de perdernos. Y te alegras y haces una fiesta cuando me encuentras a salvo. Me abres tus brazos, me acoges y me llevas a tu Casa.
Danos Señor la humildad de buscarte y de rechazar los honores de este mundo que se exalta con el sudor y sufrimiento de los pequeños y de los pobres, y de buscar la sencillez y el compartir los bienes recibidos, tanto los intelectuales como los económicos, y estar disponibles al servicio. Porque sabemos de nuestras flaquezas y debilidades que nos inclinan a pensar solo en nosotros y olvidarnos de los demás.
También te pedimos perdón, Señor, por tantos fallos e indiferencias. Nos cuesta mucho vencer la pereza, la comodidad, los apegos y apetencias. Nos cuesta mucho ser humildes, comprender las debilidades de otros y estar prestos al servicio, pero, Tú sabes que es lo que queremos y deseamos.
Es, entonces, cuando experimentamos nuestra pobreza y pequeñez, y eso nos ayuda a sentirnos pequeños y ser humildes. Quizás sean esas debilidades las que nos ayuden a comprendernos y aceptarnos pobres y humildes, y, confiados en tu Gracia, Señor, nos ponemos en tus Manos para que por tu Misericordia y Amor nos vayas transformando en los niños que Tú quiere que seamos. Amén.
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