El camino tiene una estrategia definida, no hay otra: seguir y seguir el camino del Señor hasta entenderlo. Porque de insistir y perseverar, lo entenderemos. El Señor no nos va a prometer y regalar algo que no podamos alcanzar ni entender. Eso sí, nos exigirá esfuerzo y fe. Sobre todo fe. Ese fue el camino de los apóstoles, continuaron, aun sin entender nada, al lado del Señor.
¿Qué nos ocurre a nosotros? Exigimos entender, y si no entendemos amenazamos con irnos. Nos vamos y nos alejamos, y nos ponemos en bandeja en manos del Maligno, aquel que nos ayudará para alejarnos más cada día. La estrategia es seguir y seguir, y frecuentar los sacramentos, la Palabra y la oración. Es el camino de las primeras comunidades.
Por eso, le pedimos al Señor que nos allane el camino, y nos lo ilumine a pesar de nuestras miserias y calamidades. Partimos de ahí, de lo que realmente somos y nos ponemos en Manos del Señor, porque de Él es la Gloria. Sólo en Él podemos encontrar la sabiduría y las respuestas a todos nuestros interrogantes. Y el camino, como decimos por activa y pasiva, está definido y claro: oración, sacramentos y Eucaristía. Son los pilares con los que estaremos pendientes a que el Señor, por y con su Gracia, nos dé la luz que nos haga ver claro.
A tus pies, Señor, nos postramos con la esperanza de sabernos tus hijos y perdonados por tu inmensa Misericordia. Esa es la esperanza que nos sostiene y nos anima a seguir el camino, a pesar de nuestras angustias y desesperaciones. Tú tienes la última Palabra, y es Palabra la esperamos llena de Misericordia y de Amor. Amén.
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