Suele ocurrir que nunca estamos contentos o, simplemente agradecidos con lo que hemos recibido. No referido al aspecto económico solamente, sino físico, intelectual, afectivo, carácter y... etc. Nos basta echar una mirada al derredor y comprobar los afortunados que somos con respecto a otros, que ya no solo sufren necesidades y carencias, sino que su físico les hace sufrir enfermedad o limitaciones.
Otros, quizás por las circunstancias donde han nacido, padecen conflictos políticos, guerras y hambre, y otros se ven forzados a emigrar y padecer trabajos y explotaciones, y mal remunerados e injustamente tratados. Es la parábola que hoy nos describe Jesús para descubrirnos su Misericordia y su Justicia. Ese es el Amor que Jesús nos enseña y descubre de su Padre. Porque amar es ser justo, misericordioso y vivir en verdad.
Cuando eres capaz, serenamente y reflexionadamente, de contemplar estas diferentes situaciones, tu corazón se abre a la gratitud y aceptación por todo lo que Dios, tu Padre, te ha dado. Cierto que siempre advertimos situaciones de carencias y necesidades, pero las consideramos necesarias y buenas porque ellas nos llevan a la plegaria y a la oración con Dios. Le necesitamos como la cierva busca el manantial de agua fresca. Así nosotros queremos buscarte, Señor, para que sacies nuestra fe.
Gracias Señor por todo lo que hemos recibido de tu Mano generosa; gracias Señor por tanta vida y tanto amor, y mantenernos la esperanza de salvación intacta y ofrecida por amor. Gracias, Dios mío, porque en Ti encontramos sentido a nuestra vida y esperanza de alcanzar la gloria eterna en tu presencia.
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