Tú, mi Señor, me has dicho que no me canse de insistir y que persevere pidiéndote; que toque y que busque porque así se me abrirá y encontraré. Y yo quiero hacerlo y perseverar tal y como me has dicho. Y quiero insistir en pedirte un corazón bueno y presto a postrarse a tus pies como el de Natanael.
Porque yo soy obstinado, soberbio, débil y pecador. Eso Tú lo sabes, igual que sabías lo de Natanael, pero yo quiero decírtelo, porque no tengo otras palabras ni sé decirlo de otra forma. Tengo buenas intenciones y quiero obedecerte Señor, porque sé que Tú tienes palabra de Vida Eterna y eres, por supuesto, el Hijo de Dios Vivo.
Aprovecho Señor, como cada día, para pedirte tu Misericordia y tu Gracia, para recibir la sabiduría que me haga postrarme como Natanael y reconocerte como el Mesías prometido. Las tentaciones y confusiones son muchas y están pendientes de nuestras distracciones y relajamientos para perdernos y llenarnos de dudas. No permitas que eso nos suceda, y protégenos de tales peligros y dificultades.
Sabemos de nuestras miserias y pequeñeces, pero también sabemos que en la debilidad e impotencia nos hacemos fuertes por mediación de tu Gracia. Y eso lo experimentamos con y en tu presencia.
Gracias Señor por tu Misericordia y por tu promesa de ver cosas mayores. Mi vida y como Tú la sostiene es el milagro que, al despertar de cada día, descubre tu presencia y tus cuidados, y experimento como en Ti se sostiene y resiste los embates del camino. Amén.
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