Al terminar un día nos despedimos del Señor dándole gracias por todo lo vivido y también perdón por los momentos que no hemos estado a la altura de ser sus hijos. Y al despertar, iniciamos el nuevo día dándole las gracias por despertar, valga la redundancia, y pidiéndole sabiduría, paz y fortaleza para emprender una nueva batalla en la que no le defraudemos y seamos dignos de su Amor.
Es la batalla da cada día, donde tenemos que elegirlo como Rey y Señor de nuestra vida, y renunciar a las promesas y maravillas que nos ofrece el mundo, que esconde hipocresía y mentira. Por eso con un nuevo día tratamos de renovar nuestra promesa de seguirle y de nombrarle el Señor y Rey de nuestra vida.
Y, agradecidos por su Fidelidad y su Verdad, hoy queremos, desde este rincón de oración, renovar nuestra promesa y decirle que queremos que siga siendo el Rey y Señor de nuestras vidas. Ven Señor Jesús y has morada en nuestros corazones y guíanos por los caminos de este mundo que intenta apartarnos de Ti con promesas falsas y maravillas caducas.
Te pedimos, Señor, la Gracia del Espíritu Santo, para fortalecidos por su Fuerza y Sabiduría, encontremos el valor y la voluntad de rechazar todas aquellas ofertas que, maravillándonos y atrayéndonos, tratan de confundirnos, y nos tientan para, mintiéndonos, apartarnos de tu camino.
Ven, Señor Jesús, y no permitas que nada, ni nadie, nos aparte de Ti. Porque Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y nuestro Rey y salvador. Danos un corazón generoso capaz de, no sólo dar, sino compartir toda nuestra vida. Amén.
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