No nacemos con un corazón libre. Crece con nosotros intoxicado con los perfumes del mundo que lo contamina y esclaviza. Y necesitamos limpiar limpiarlo, porque sólo un corazón libre, como ha dicho el Papa Francisco en Kenia, es capaz de amar y seguir a Dios.
Mientras nuestro corazón permanezca enredado entre las zarzas, los olores y trampas de este mundo, muy poco podemos hacer. Ahogados y encandilados por las luces mágicas y brillantes de la concupiscencia, pasiones, sentimientos y emociones que el mundo nos prepara y presenta, nuestro corazón queda atrapado y sometido al poder e imperio del príncipe de este mundo.
Necesitamos la Gracia y la acción del Espíritu Santo para liberarnos, y, limpiándolo y purificándolo, de toda inmundicia que nos aleja del Amor de Dios, ponernos en Manos del Espíritu Santo y dejarnos purificar por su Gracia.
Danos, Señor, la fortaleza, sabiduría y la paz de sostenernos y permanecer en tu presencia hasta los últimos tiempos, esperanzados en tu segunda venida. Amén.
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