Disparatado pensar que tú sólo puedes salir victorioso. Porque el mundo tiene más poder que tú, y el demonio, príncipe del mundo, posee muchos recursos para convencerte de forma suave, agradable y sin que apenas te des cuenta. ¿O es qué no hay muchos engañados sin apenas notarlo? ¿O es que crees que los hombres quieren perder la vida eterna? Están engañados y sometidos a sus sentimientos y emociones, que son de este mundo.
Sólo no podemos hacer nada. La razón de que, ascendido el Señor al Cielo, viniese el Paráclito a asistirnos, es porque convenía, no por gusto. Necesitamos la asistencia de la Gracia del Espíritu Santo para poder enfrentarnos a los peligros y tentaciones de este mundo. Y para eso está el Espíritu de Dios con nosotros y dentro de cada uno de nosotros. Porque somos templos del Espíritu Santo.
¡No estamos solos!, y podemos vencer todos los peligros y dificultades que el mundo nos pone en el camino para hacernos tropezar. ¡Cristo y yo mayoría aplastante! Y vencerlos significa que no consigan apartarnos del Señor. Podemos padecer y sufrirlos, pero por la Gracia del Espíritu Santo, perseveraremos en la fe y en la esperanza de aguardar su venida.
Te pedimos, Señor, esa Gracia que nos de fuerza y valor para no desfallecer. Te pedimos poseer el coraje de sostenernos en la fe, y asumir y aceptar todos los sufrimientos que el rechazo y la respuesta del mundo nos infrinjan.
Danos la sabiduría de entender que ese es el camino, porque Tú, Señor, lo has recorrido primero y lo has sufrido en tu propio Cuerpo, derramando toda tu bendita Sangre, para redimirnos y rescatarnos del pecado otorgándonos la salvación.
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