No podemos entender, y eso debe ayudarnos a darnos cuenta de la presencia de Dios, lo que nuestro Padre Dios ha hecho por nosotros. Tampoco llegamos a darnos cuenta de que, Dios hecho Hombre en su Hijo Jesús, ha dado su Vida para salvarnos. No podemos entenderlo, y, ni siquiera, se nos ocurre pedirle esa sabiduría.
Quizás pasamos el tiempo pidiéndole muchas cosas que, posiblemente, no las necesitemos tanto, y pasamos de pedirle e insistir en lo fundamental y necesario: "La sabiduría de darnos cuenta de nuestra salvación por su Gracia y Amor Misericordioso".
Estamos salvados, y sólo necesitamos para consumar esa salvación responderle al Señor afirmativamente y, puestos en Manos del Espíritu Santo, esforzarnos en amar y amarnos como Él nos ha enseñado. Porque Jesús no fallará, no puede fallar. Porque es el Señor, y su Palabra es Palabra de Vida Eterna.
Vendrá a buscarnos, tal y como ha prometido, para llevarnos, cumpliendo su Palabra, a ese lugar que está preparando para cada uno de nosotros (Jn 14, 2), y del que no podemos imaginar como será. Sólo podemos comparar las maravillas de este mundo, que nos encantan y nos gustan. Pues lo que Él nos prepara no tiene ni comparación. ¿Dios mío, que será! Y en donde seremos plenamente felices.
Realmente vale la pena vivir en esa esperanza. Esperanza que no está fundada en ilusiones o fantasías, sino en promesas de Jesús Resucitado. Jesús que Murió y Resucitó para demostrarnos que es Señor de vivos y muertos, y que en El también resucitaremos nosotros.
Te pedimos, Señor, que nos des la Gracia de, pacientemente, vivir en tu Palabra y seguir tus mandatos en el ejercicio de la oración de cada día, y la frecuente Penitencia, arrepentidos de todos nuestros pecados diarios, lavados en tu Misericordia, y alimentados por la fuerza de tu Espíritu en la Eucaristía para vencer y resistir las tentaciones de este mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario