Tenemos mucha ventaja porque sabemos muchas cosas del Señor. Conocemos a muchos que, sólo por la acción del Espíritu Santo, han podido conocer y revelar la identidad de Aquel Niño Dios. Tal es el caso de Simeón, del que nos habla hoy el Evangelio. El Espíritu Santo también nos lo ha revelado a nosotros a través de esas personas como Simeón, porque, por su acción, la del Espíritu, hemos podido conocerlo en nuestro tiempo.
Sabemos que no podía ser de otra manera que por una intervención Divina. Simeón no podía saber que el Niño que tenía en sus brazos era el Mesías que él esperaba. ¿Cómo conocerlo? Está más que claro que, tanto en la esperanza de verlo, como el descubrirlo, fue inspirado por la Gracia del Espíritu Santo.
Te pedimos humildemente, Señor, que nos des la sabiduría, fortaleza y paz de también a nosotros para conocer a tu Hijo Jesús, y, no para quedarnos quieto mirándole, sino para seguir sus pasos y esforzarnos en vivir su Palabra tratando de imitarle en su Amor. Te pedimos, Señor, que nos des el don de vivir su amor misericordioso con los demás hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo con los más necesitado de ello. Y hacerlo tal y como Tú, Señor, lo haces con cada uno de nosotros.
Somos conscientes de nuestras debilidades, de nuestras limitaciones, y de que no podemos lograrlo sin la mediación de tu Hijo Jesús. Por eso, alegres y agradecidos por su venida al mundo, nos felicitamos por su presentación en el Templo y por su preparación en la Sagrada Familia, para, más tarde, enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.
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