Sabemos de nuestra condición pecadora. Nuestra naturaleza humana es capaz de mentir, empujada por la soberbia, antes que reconocer la verdad de nuestra espiritualidad y dependencia de Dios. Nos sometemos a nuestra materia fingiendo ser feliz, cuando el grito interior de nuestra alma es alcanzar la felicidad eterna que está en nuestro Creador.
Y, cuando nuestra fe es débil, mentimos ante el mandato de hacer algo concreto, que exige un esfuerzo de nuestra voluntad contra nuestra comodidad y pereza. Y mentimos porque no tenemos razones ni valor para decirle a nuestro padre que no. Quizás, aunque escondido, una esperanza de su amor misericordioso en el que confiamos ser perdonados.
Por eso, Padre del Cielo, te pedimos que nos des la fortaleza de, aun reconociéndonos débiles y pecadores, tengamos la fuerza de serte fiel e imponer nuestra voluntad a todas aquellas inclinaciones que nos invitan a quedarnos en la comodidad, en la pereza, en la desobediencia y el egoísmo. Y a ser sinceros y expresarnos siempre en verdad, a pesar de nuestras tentaciones e inclinaciones de desobediencia.
Porque en la verdad siempre podremos ser ayudados, reconfortados y animados a vivir en la esperanza de, en el Espíritu Santo, encontrar la fortaleza de superar nuestras desidias, debilidades y egoísmos. Te pedimos, Padre, que, a pesar de nuestros fracasos y frecuentes fallos, no nos desanimemos ni abandonemos la lucha del esfuerzo por irnos perfeccionando cada día.
Y en esa esperanza, confiamos que nos asista con tu Gracia para ir venciéndonos en nuestras infidelidades y ser dócil a tu Palabra y a tu Amor. Amén.
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