Jesús sabe de nuestras limitaciones y necesidades. Se deja ver, porque necesitamos verle. Somos de carne y hueso y tenemos necesidad de tocarle, de verle y de oír su voz y escuchar sus Palabras. Su Aliento nos da aliento y nos impulsa al camino.
Se hizo Hombre, de carne y hueso como nosotros, precisamente para eso, para que le viésemos y le tocásemos, y oigamos sus Palabras directamente de su boca. Y para sufrir, despojado de todo privilegio y divinidad, como cualquier hombre. Jesús sintió sed y dolor, y se ofreció, a pesar de su condición divina, como reo voluntario de muerte para pagar nuestro rescate y liberarnos del pecado. No sabemos valorar ni medir esa intensidad de amor por cada uno de nosotros.
Ayúdanos, Señor, a comprenderte, a valorar todo lo que has hecho por cada uno de nosotros, desde darnos la vida, hasta pagar con tu Pasión y Muerte por nuestros pecados. Danos, Señor, la sabiduría de saber comprender toda esa inmensidad de Amor, y de, agradecidos, sepamos corresponderte amando como Tú nos has enseñado a amar.
Gracias, Dios mío, por tus apariciones, porque con ellas levantas nuestras dudas y fortaleces nuestra fe. Y, dispersados por el miedo, la desilusión y frustración, Tú nos has vuelto a buscar y a llamar, ilusionándonos, iluminándonos y dándonos la esperanza y la sabiduría de comprenderte y de, con nuestros ojos, palparte y tocarte para, encendido nuestro corazón, correr a, unidos en y por la fe, proclamarte la esperanza de la Resurrección contigo y en Ti.
Gracias, Señor, porque has venido a nuestro encuentro y no has esperado a que, ciegos y perdidos, nos alejáramos de Ti. Gracias por tanto Amor. Ahora, Señor, no dejes que ese amor nuestro se enfríe y se apague con el agua caduca de este mundo. Nosotros queremos, como la samaritana, esa Agua Viva que Tú nos ofrece darnos gratuitamente para no tener más sed junto a Ti. Amén.
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