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Jesús es nuestro principal Testigo. Él es la Luz del mundo, el Camino y la Vida. Lo avala el Padre, que lo ha enviado, y al que nadie ha visto ni conoce. Sólo por el testimonio de Jesús lo conocemos. En Jesús todo se explica y todo está justificado. Jesús es la Razón de nuestra fe y nuestra esperanza. Su Resurrección, por el Poder del Padre, deja en evidencia a todos aquellos que ponen en duda su Palabra.
Así exclamo Tomás cuando lo presenció con sus propios ojos: "Señor mío y Dios mío" Juan (Jn 20, 27-28). Y así debemos de exclamar nosotros en cada Eucaristía que le comemos espiritualmente. Porque es el mismos Jesús transformado en alimento espiritual, que nos asiste, nos transforma y nos perdona.
Pidamos la fortaleza y la luz de no dejarnos tentar por las apariencias, placeres, comodidades de este mundo seductor, que nos deslumbra con sus ambiciones de poder y de riquezas. Pidamos la Gracia de afirmar nuestra esperanza en la Palabra de Jesús, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Rostro visible del Dios invisible que Él nos describe, nos ofrece y nos transforma para darnos la Verdadera Vida Eterna llena de gozo y plenitud.
Jesús es la plenitud de toda aspiración del hombre. En Él se encuentra todo aquello que buscamos y que perseguimos con verdadero afán y entusiasmo. Pidamos quitarnos la venda de los ojos, para ver claro con la esperanza de encontrar el verdadero Tesoro, que es Xto. Jesús. No seamos necio e ignorantes y demos más crédito a las cosas de este mundo caduco y de perdición que a la Palabra de Jesús que nos acerca a su Padre Misericordioso.
Y para ello, Señor, te pedimos la Gracia de no desfallecer ante los peligros y tentaciones que cada día ponen en tela de juicio tu Palabra y Misericordia. Danos esa sabiduría y esa perseverancia. Amén.
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