Estamos sujetos a esta tentación. Es más, diría que vive dentro de nosotros, se llama egoísmo, y nos tienta en cada momento. Nos seduce argumentando que debemos ser nosotros los primeros, sobre todo para todo aquello que nos interesa, y dejar a los demás detrás, al menos detrás de nosotros. Lo demás no nos debe importar.
Y sin darnos cuenta nos manifestamos muchas veces así. Lo normal es invitar siempre al otro a que se sirva primero, y después nosotros. Pero ocurre todo lo contrario. Lo he observado en los self service o en los autoservicios, sobre todo en las fiestas, presentaciones, banquetes...etc. Corremos todos a servirnos y casi nos atropellamos. No es que ocurra en todos los lugares, pero sucede en muchas situaciones de este tipo. Quizás, extrapolando el ejemplo bíblico, puede hasta ocurrir que alguna persona impedida para acercarse llegue tarde.
Incluso en las celebraciones parroquiales nos cuesta acercarnos a la mesa y pescar un dulce o galleta. Siempre he pensado que debemos mirarnos unos a otros y darnos el paso o la vez. O guardar turno y cola para que cada cual tenga su oportunidad de elegir. Incluso en las comuniones de las grandes celebraciones nos atropellamos, dando la sensación que no va a haber para todos, o que el Señor nos va a dejar, si no corremos, si su Cuerpo.
Pero nos desesperamos, o queremos llegar antes que otros para tener la oportunidad de elegir lo mejor y hasta la cantidad deseada. En realidad somos como los de aquella piscina Probática, llamada en hebreo Betsaida. Al menos no somos mejores.
Y ese es el primer paso para cambiar nuestra conducta, y que, los llegados por primera vez a la parroquia, se sorprenda por el orden, el desapego, el altruismo, respeto y orden que hay en nuestra parroquia a la hora de compartir un ágape o cualquier tipo de celebración. Que nuestra actitud sea la de dar prioridad a los demás, a riesgo incluso de quedarnos sin nada. Sería hermoso y ejemplar, y, ¡seguro!, quedaríamos más saciado y gozoso que haber pescado algo.
Pidamos al Señor esa Gracia y capacidad de renuncia, para que nuestro testimonio sea siempre de atención y cuidados con aquellos más desposeídos, y más necesitados de ser acercados a la verdadera sanación y salvación en el Señor. Amén.
Pidamos al Señor esa Gracia y capacidad de renuncia, para que nuestro testimonio sea siempre de atención y cuidados con aquellos más desposeídos, y más necesitados de ser acercados a la verdadera sanación y salvación en el Señor. Amén.
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