Sería absurdo elegir una vida finita antes la posibilidad de elegir una vida eterna. Todos los hombres y mujeres del planeta desean y quieren vivir eternamente. Eso no tiene punto de discusión. El problema empieza cuando esa Vida Eterna es posible. Muchos que la creían imposible, no dan asombro a oír y ver que es posible.
¿Y qué sucede? Sencillamente que esa posibilidad les interpela y les exige un cambio. Es un ofrecimiento gratuito, pero exige un corazón limpio, generoso, desprendido, solidario, paciente, comprensivo, humilde, misericordioso y lleno de amor. Porque sin amor todo lo demás sería imposible derramar. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.
Conversión es sinónimo de movimiento o salida. Es un salir de ti para comenzar a ser otro. Es vaciarte del hombre viejo para que nazca en ti el hombre nuevo que viene del fuego y del Espíritu. Es morir a tus ideas, proyectos, principios para dejar lugar a las de Jesucristo. Es lo de Pablo: ‘Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí’ (Gál 2, 20).
Y eso es lo que quiero pedirte hoy, Señor, junto a todos mis compañeros y creyentes que pasen por este humilde rincón de oración. Cambia y transforma nuestro corazón contaminado por los ruidos, perfumes, olores, tentaciones y pecados de este mundo, y, limpios, por la Gracia del Espíritu, Santo ilumina nuestras mentes para reconocer que, Tú, nuestro Señor, vienes como enviado del Padre.
Gracias, Señor, por tus oraciones e intercesión al Padre; por tus cuidados y tu promesa de que volverás a buscarnos para llevarnos contigo. Y gracias por darnos todo lo que has recibido del Padre, revelándonos su gran Amor por cada uno de sus hijos, que en Ti, Señor Jesús, tal alta dignidad hemos alcanzado por los méritos de tu Pasión y Muerte.
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