Como si de una misma cosa se tratara, María, simultáneamente, al recibir la noticia de ser elegida la Madre de Dios, decide también disponerse a compartir y servir. Como si en ese mismo momento comprendiera que acoger al Señor y darle un Sí decidido y dócil, es lo mismo que decidirse a servir. María nos enseña en cada momento, pues sus gestos y movimientos son escuela de obediencia y cumplimiento de la Voluntad de Dio.
Seguir a Jesús es asumir una vida de servicio. Nos lo decía el Papa Francisco en su homilía jubilar de la Misericordia del domingo 29 de mayo. Y María nos lo adelanta desde el principio, como si entendiera a la perfección la anunciación del Ángel Gabriel y la Voluntad de Dios.
Todo el amor que puedas dar no lo podrás expresar sino con el servicio. Son dos momentos y actitudes que están unidas. Si amas a Dios, estás en ese mismo momento amando al prójimo. Y si te falla alguno de los dos, estás mintiendo. De la misma forma, amar y servir permanecen unidos hasta el punto que si no hay servicio, no hay amor. Y María, recibida la noticia, se abaja, se hace humilde, primera condición para estar dispuesto a servir, y corre a casa de su prima Isabel para, a parte de compartir el gozo y la alegría de ser madres, servirla.
Gracias, María, por esas hermosas lecciones desde los primeros instantes de la anunciación. Gracias María porque eres Fuente de Vida Eterna, porque la Vida en ti creada no es Vida que acaba, sino Vida Eterna. Y si somos creados semejantes a nuestro Dios, Trino en Personas y una sola Naturaleza, también seremos eternos y creados para amarnos.
Te pedimos, María, que intercedas para que los jóvenes de nuestro tiempo descubran el valor de la vida y lo que significa dar vida. Te pedimos, María, Madre de Dios, que te intercedas a tu hijo, como en aquella boda de Cana, para que los jóvenes matrimonios sepan dar vida como fuente de amor que nos hace semejantes al Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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