El mundo es nuestra viña, y nuestra vida es el tiempo que tenemos para responder a nuestro Padre de esa viña que nos ha dejado. Tendremos que dar frutos en esa viña de nuestra vida. Frutos de amor que hemos recibido de la Mano generosa de nuestro Padre Dios. Y volverá el Hijo a pedirnos cuenta de ese trabajo, nuestra misión, que nos ha sido encargada desde la hora de nuestro Bautismo.
Esa es nuestra historia. Hemos recibido la viña de nuestra vida, pero la labramos y cultivamos a nuestra manera, y sin tener en cuenta los frutos que el dueño espera de nosotros. Y no sólo eso, sino que nos revelamos contra aquellos que vienen de parte del Señor a pedirnos cuenta, o a recibir los frutos de nuestro trabajo. Le damos la espalda a la Iglesia, y con ella a todos aquellos, presbíteros y seglares, que tratan de ayudarnos y de reclamar nuestro trabajo. Trabajo al que tienen derecho, porque todo lo recibido ha sido para y en función de todos.
Padre, nos sentimos malos hijos y malos arrendatarios, porque no damos ni devolvemos el fruto que se espera que demos. Y te pedimos que nos ayudes a ser buenos arrendatarios y a dar los frutos máximos que nosotros podemos dar. Porque hemos recibido de Ti lo suficiente para dar al máximo nuestros frutos. Pero, también conscientes de que fallamos y fracasamos, queremos pedirte tu Gracia para tener éxito y responder a tu regreso. cuando vuelvas para rendirte cuenta.
Danos la Gracia, Padre, de permanecer en Ti, y de dar los frutos que se esperan de nosotros. Frutos de amor, de justicia, de verdad y de amor. Y, sabemos, que esos frutos solos los prodremos conseguir estando muy unidos a Ti. Por eso, auxiliados por el Espíritu Santo, queremos empeñarnos en dar y emplear todos nuestros talentos para que nuestros frutos se multipliquen y respondan a la Voluntad de Dios. Amén.
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