La oración es necesaria, tan necesaria que sin oración le cerramos la puerta al Espíritu Santo. Casualmente, en este año de la misericordia, Jesús es la Puerta que se nos ofrece para, perdonados nuestros pecados por la Misericordia Infinita del Padre, por, con y en Él y por sus méritos misericordiosos, atravesar la puerta que nos lleva, en Él, al Padre.
Y la única llave que abre esa Puerta del Corazón del Señor Jesús es la oración. Esa oración de cada día que, poco a poco, van intimando con Él y dándonos la confianza necesaria para que, el Espíritu Santo, anide dentro de nuestros corazones y nos dé el aliento e impulso que nos haga vivir, en su Gracia, la Palabra del Dios.
Pidamos esa Gracia desde este nuestro humilde rincón de oración. Este modesto y sencillo rincón que nos une, o al menos trata de hacerlo. Este humilde rincón que nos iguala, que nos hace hermanos, que nos une a nuestro Papa Francisco, que nos hermana y que nos da la confianza, día a día, con nuestro Señor Jesús que nos habla de su Padre y nos pone en relación con Él.
Hagamos, no solo una lectura rápida y ligera, sino que nos sirva para pararnos y meditar, al menos, unos minutos en nuestro camino diario del día a día. Que sea circunstancia y ocasión para empezar nuestro día, o para pararnos durante el día y, como si de un café se tratara, elevemos al Padre nuestro propósito y nuestro compromiso para ofrecerle nuestras preocupaciones, desventuras, riesgos y obras de esas próximas horas que el día presente nos depara.
Porque, sólo así irá creciendo junto a la oración nuestra confianza íntima con el Señor, y escondida en ella, aumentará, por la Gracia de Dios, nuestra fe. Y, por la fe, recibiremos el poder del Señor para, en su Nombre, hacer cosas tan grandes como Él ha hecho y nos ha prometido (Jn 14, 12-14).
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