Gracias, María, Madre de Dios y Madre nuestra. Eres la Madre de Dios, porque, Dios te ha elegido para que fueses la Madre de su Hijo, el Dios encarnado en Naturaleza humana en este mundo, enviado para anunciar la Buena Noticia de salvación a todos los hombres y para rescatarlos de la esclavitud del pecado. Y tú, María has creído en su Palabra y has abierto tu corazón para que la Obra de Dios se realice en ti.
No se puede ser más grande, ni hay obra ni honor más grande en ser humano que ser la elegida para ser la Madre del Dios, Creador de todo lo visible e invisible. Y abriéndote a su Palabra has dado tu seno y todo tu ser para que sirviese de cuna de ese Niño Dios y viniese al mundo a, precisamente, realizar la Misión encargada por su Padre: Rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado.
Gracias, María, por tu Fe y por tu disponibilidad. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el Fruto de tu vientre, Jesús. Eres llena de Gracia y el Señor está contigo. Estás adornada por la presencia de Dios e Inmaculada, porque acunastes al Niño Dios en tu vientre. Razón tenía Isabel, tu prima, a proclamarte la Madre de mi Señor. María, Madre mía, a ti me encomiendo como hijo y te pido que como Madre me acompañes y me guíes, tal como tú hiciste con tu fe, por el camino que conduce a tu hijo, Salvador del mundo. Amén
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