No entiendo en este momento mi vida sin la presencia del Señor. Claro que eso no significa que hay muchas cosas que no entiendo ni que me superan. Sé que soy un pobre hombre cada vez más en la medida que se acerca mi decrépito y mi alegra, aunque eso suponga dificultades y sufrimientos, que experimente mi pobreza y me vea más débil, frágil y, por tanto, pecador.
Supongo que vendrán días de más compromisos y hasta riesgos, pero confío en que el Señor me dé fortaleza, voluntad y ánimo para superarlos. Él sabe donde están mis debilidades y conoce todo lo que a mí concierne mejor que yo, y yo confío en Él. Las palabras de Pedro - Jn 6, 68-69 - resuenan también en mi corazón. Sólo Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna.
¿Qué me ofrece el mundo? Nada de lo que puede darme el mundo puede satisfacerme plenamente, pues detrás de él me espera la muerte. Una muerte sin esperanza. Sólo Tú, Señor, das la vida y una Vida de Eternidad. Por eso, Señor, yo confío en tu Palabra y pongo en ella toda mi esperanza. Creo que el bautismo de Juan viene del Cielo y prepara tu Camino, tu Verdad y la Vida. Juan nos anuncia tu llegada y contigo, Señor, el Reino de Dios. Porque, Tú, Señor, eres el Reino de Dios. Eres el Camino, la Verdad y la Vida.
Por todo ello, Señor, yo te pido que me des la fe para creer en Ti y esperar en tu Palabra a pesar de las dudas y de las dificultades que se vayan presentando en mi vida. Sé, Señor que todo está bajo tu poder y que si Tú lo permites es lo que mejor nos conviene. Necesito, Señor, esa fortaleza y paciencia para saber esperar y perseverar bajo la autoridad de tu Palabra. Porque, Tú, Señor, eres el Hijo de Dio, el Mesías esperado para salvarnos. Amén.
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